viernes, 14 de noviembre de 2008

Capítulo 3

-Mi historia es algo triste y trágica. Todo comenzó hace mucho, cuando aún era un ángel. En ese día cometí un gran error: contactar con demonios.

Ellos me llevaron al inframundo y, desde ese horrible lugar lleno de sufrimiento, alaridos de muertos y desesperanza, me comunicaron que ya no era parte del cielo, y que mi puesto había sido ocupado por un ángel más joven.

Ese día lloré y lloré como nunca. Nunca más vería a mis amigos ni a los otros ángeles. Me sentía desprotegida, así como un pájaro sin nido, como una canción sin notas, como un lobo sin jauría, como una lagrima sin dueño… Pero supuse que El Grande tendría Misericordia de mí, y traté de escapar del infierno.

Escapar de él no fue fácil: Debí atravesar barreras de tristeza, de fuego, de soledad… Los demonios de bajo estatus no me ayudaban en nada: Se burlaban de mí en la cara, Me arrancaban las plumas de las alas, me escupían, me maldecían...

De apoco mis poderes y habilidades de curar se fueron desvaneciendo. Fueron reemplazadas por la necromancia y por la magia negra. Mi cabello blanco se volvió negro azabache, mis alas, negras también.

Recuerdo que una vez que logré salir del infierno, aparecí en unos suburbios de ciudad… Un callejón oscuro y maloliente, lleno de desperdicios y basura por todas partes… Me sentí perdida, y, podía sentir con dolor las heridas de mis alas que ya no me servían para volar. Me senté entre medio de toda esa basura, y, escuché chillidos. Finos y agudos chillidos que me retumbaban los oídos. De entre medio de la basura salieron un montón de ratas, miles de seres rastreros que se acercaron rápidamente a mí y se dirigieron a mis heridas alas. Allí las devoraron, y, aunque traté, no pude sacármelas de encima. Eran tantas y tan fuertes con esos pequeños y afilados dientes, que me dejaron sin plumas y alas. Con todos los huesos al aire rompí en llanto mientras las ratas se alejaban entre los escombros para buscar que más comer.

Más adolorida y desamparada que nunca, me acurruqué entre los escombros y esperé un rayo de sol que me llegara. Pero nada. Al parecer se había vuelto noche y no veía la luna.

Traté de acercarme al techado de una casa, para tratar de encontrar la luna, vi un gato negro. Este se escapó saltando y traté de seguirlo. Lo perdí de vista y luego vi un lobo negro en la calle, También lo seguí, pero se “desvaneció”, al igual que el gato. Pasó lo mismo con un cuervo que vi en el alumbrado público.

No sé que pasaba con todos ellos, pero, de una u otra manera pude ver la luna. Pero estaba extraña: La luna era color negro azabache.

Aparecieron en todas direcciones, rodeándome, un lobo negro, un gato negro y un cuervo. Todos ellos me miraron amenazantes…

De pronto se me abalanzaron sobre mí, produciéndome gran dolor. El lobo me mordió, el cuervo me picoteó y el gato me arañó. En cada herida apareció una coloración negrusca que se volvió negro azabache con el tiempo.

Desde ese momento he tenido nuevos poderes como el mayor control de la magia negra y el manejo de las fases de la luna.

Ahora mi mayor deseo es volver al cielo, pero, necesitaría ayuda…La mayor posible.-


CONTINUARÁ.

1 comentario:

Triste Zorrito Blanco dijo...

Amiga ya me has dejado picado con la historia.